La columna de los canillitas, por Carlos Vila (02/08/2020) La grieta, la leche y los diarios

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Alberto tiene que cerrar la grieta!!!”, le demandan los que no hacen otra cosa que agrandarla.
¿Qué es la grieta?
Más allá de que podamos describirla como una división binaria de la sociedad, que atraviesa todos los ámbitos sociales y separa familias, grupos de amigos y otras formas de convivencia, la grieta en nuestro país arranca con los inicios de la Patria.
Es la lucha por la verdad. Es la pelea por la interpretación de la realidad y por cómo definirla. Es la pelea por definir QUÉ ES el progreso. consecuentemente, es la pelea por definir hacia dónde debemos ir.
En nuestra corta historia la grieta tuvo distintos formatos: Unitarios contra Federales, Caudillo contra Porteño, Personalista contra Antipersonalista, Peronista contra Gorila…
Y desde hace unos años sumamos Kirchnerista contra AntiKirchnerista…

A mí me gusta pensar la grieta en los términos de un problema de cultura. De cultura política. De falta de cultura política, para ser más exactos.
¿Por qué? Porque tenemos que pensarla en términos cualitativos y en términos cuantitativos.
Simplificando. De un lado deberían estar los dueños de los medios de producción, y del otro nosotros, los que ofrecemos nuestra fuerza de producción, los trabajadores. En ese esquema, en término de números, está claro que los trabajadores deberíamos ser más. Somos el grueso de la sociedad. La base y el centro de la pirámide.
Pero ahí es donde debemos incorporar el análisis cualitativo. Para entender por qué un número importante de trabajadores no se sienten parte de este colectivo, y en cambio defienden los intereses de quienes se quedan con lo que ellos producen.

Lo vemos todos los días. Hace semanas la televisión nos mostraban a un remisero del pueblo de Reconquista, manejando un Fiat Duna del año 1992, con un cartel que decía “Todos somos Vicentín”.
¿Qué nos pasó?
Nos pasó que en el medio de esa pelea por la verdad, por la interpretación de la realidad, por cómo definirla, por definir qué es el progreso y por definir hacia dónde debemos ir… en el medio de todo eso están los medios. Los grandes medios. Los que no sólo imponen la agenda de en qué pensar, sino también nos dicen qué pensar.

Volvamos a la nota de Alfredo Zaiat de la que ya hablamos hace algunas semanas, cuando el 9 de Julio Alberto convocó a empresarios a Olivos para poner en marcha a la Argentina. Zaiat advertía que esos empresarios, entre los que estaban representantes de los grandes medios, “No es probable que quieran ser parte de esa tarea”.
Y no es probable, decía Zaiat, porque “están cada vez más alejados del destino del mercado interno”. En criollo: ponen sus huevos en otra canasta.

Cuando uno mira lo que pasó con Clarín en los últimos 40 años, se da cuenta que Zaiat no la pifia ni por un pelo.
Clarín nació y creció representando un ideario desarrollista. Era el diario de la burguesía industrial, representaba a los sectores de la industria. Desde ese lugar contendría sin dudas a buena parte del público votante del kirchnerismo y del alfonsinismo.
Pero cambió.
De la mano del poder económico financiero que se consolidó en la Argentina durante la dictadura, cambiaron sus intereses económicos, políticos, y en consecuencia también sus intereses editoriales.
Hizo un vuelco fenomenal y se convirtió en una herramienta al servicio del sector financiero. Se enfocó más en sus anunciantes que en sus lectores.

Y sumó la cobertura y defensa del campo, al calor de la pelea del gobierno de Cristina por las retenciones móviles en 2008. Por lo que ahora le disputa en ese segmento un espacio a La Nación.
Pasó de pretender ser de centro, a ser de derecha.
Estamos hablando de Clarín y Nación porque son los grandes medios. Los tomamos como ejemplo, pero no son los únicos.
Miremos lo que pasó esta semana con una decisión que tomó el gobierno de Alberto Fernández. Vayamos al tema de la leche.
El gobierno anunció que reunificará la tasa del IVA en el 10,5 por ciento. La mitad de lo que pagan los tipos de leche más vendidos. Sin embargo, una buena parte de la usina de medios opositores al gobierno salió a decir todo lo contrario: que el gobierno aumentaba el IVA para las leches.
Es difícil. Son los mismos que le piden al presidente cerrar la grieta. El juego es perverso, porque los grandes jugadores, como dice Zaiat, juegan otro juego.

Por eso la crisis en el sector de los medios va más allá de la pandemia y del frío en los bolsillos de los consumidores.
Hoy en los quioscos de diarios lo que nos salva a los vendedores canillitas son los coleccionables, los libros de cuentos, las revistas del corazón, los crucigramas… Pasatiempos…
Cambió el consumo y cambiaron los intereses de la clase trabajadora. Ya nadie espera el domingo para hacer el asado mientras se pone al día con la lectura del diario y comparte un vermout o unos mates.
Y no es un cambio menor. La apatía no sólo afecta los ingresos de los canillitas.
La apatía de los trabajadores es un retroceso para su recuperación como clase.
Debemos retomar el debate sobre los medios, el Estado, y sobre cómo hacer para que este sector productivo que deja ganancias multimillonarias incluya a todos los trabajadores en esa distribución.