La columna de los canillitas, por Carlos Vila (26/07/2020) El Estado dinamizador

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Ante la aparición de la pandemia del Covid el gobierno se puso al frente del problema e implementó como principal medida sanitaria el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio.
Desde lo económico también estuvo presente mediante el otorgamiento de distintas modalidades de ayuda. Como los subsidios del IFE, el ATP, créditos a tasa cero, moratorias…
Cuando termine el aislamiento y todas y todos volvamos a nuestros lugares de trabajo, no habrá terminado la pandemia. La producción, los ingresos y el consumo se mostrarán fisurados.
Durante la catástrofe del macrismo vimos cómo cerraban 25 PYMES y 80 comercios por día, según lo manifestaba nada menos que la UIA.
En diciembre de 2019, media hora antes de la catástrofe universal de la pandemia, en la Argentina de Macri la capacidad instalada de la Industria caía al 56%. Macri nos dejaba peor que en el 2002, después del desastre de Menem y De la Rúa. El “sí se puede” no fue otra cosa que la destrucción masiva de puestos de trabajo y la reducción brutal del consumo.
Los canillitas sabemos de lo que estamos hablando. La venta de diarios y revistas se derrumbó. En realidad, se volvió a derrumbar. Nuestros quioscos de diarios son castillo de naipes. Endebles. Desde hace décadas apostar a nuestra actividad es como pretender construir algo sólido en el barro. No hay forma de poner un pié firme.
¿Se puede volver a transformar ese barro en tierra firme?
Se puede.
¿Pueden hacer eso sólos los vendedores de diarios?
No, no pueden.

¿Quién puede rescatar, no sólo a la venta de diarios y revistas, sino a toda la actividad de la comunicación gráfica de ese destino fatal e inevitable?
El Estado.
El Estado es el único actor que puede transformar esta realidad. Es sólo una decisión política.
El caso más citado en los medios seguramente es el del Estado alemán, que hace unos días decidió rescatar a Lufthansa de su propia muerte. Ahora va a ser su socio.
Pero distintos gobiernos de Europa y Estados Unidos han inyectado masivamente dinero en sus empresas, luego de ver cómo se multiplican los números rojos en aerolíneas, hoteles, restaurantes, cines, automotrices y una lista interminable de empresas.

Esto no es la primera vez que sucede. Durante la crisis financiera del 2008- 2009, el gobierno de Barak Obama rescató a grandes bancos y empresas automotrices estadounidenses. Esa crisis financiera había llevado a la bancarrota a General Motors y a Chrysler. Y las dos fueron rescatadas con dinero del Estado en el 2009.
Esa vez la Casa Blanca puso cerca de 9.300 millones de dólares y con ese empujón la industria creó más de 640.000 empleos.
En abril, por la pandemia, el gobierno de Trump puso 25.000 millones de dólares para rescatar a las principales aerolíneas. Y el principal argumento que usó es que eso “va a apoyar a los trabajadores estadounidenses y ayudará a preservar la importancia estratégica de la industria de las aerolíneas”.
Es una decisión política. No cabe duda.
Entonces, ¿cómo rescatamos a los trabajadores y a la industria de la comunicación gráfica en la argentina?

Seguramente no va a ser con una única receta. Cada sector va a requerir medidas específicas: los gráficos, los periodistas, los vendedores canillitas… Sin embargo, el Estado dispone de herramientas que se pueden poner en marcha inmediatamente y que pueden servir para todos.
Pensemos en un adicional conformado. Algo similar a lo que acordamos con las editoriales para los canillitas en 2012, durante el gobierno de Cristina.
En ese momento logramos implementar un conformado. Un valor fijo en pesos, que aportaban las editoriales a los canillitas por cada diario vendido, para compensar la pérdida del porcentaje del precio de tapa. Era una forma de devolver a los vendedores una parte de lo que nos quitaron durante el menemismo para favorecer a las grandes editoriales.
Hoy el Estado es uno de los grandes anunciantes de la industria editorial. Sin embargo, esos dineros que llegan a los medios por propaganda, no se traducen en salarios para periodistas, gráficos, diseñadores, vendedores… ¿Por qué no hacer que por esas propagandas oficiales el Estado le transfiera directamente una parte a los trabajadores involucrados en cada proceso? Algo similar a lo que ya hace con el ATP. Se le deposita a cada trabajador y se le informa a la empresa el monto asignado a cada uno. Para el Estado no significa ningún esfuerzo económico, pero para los trabajadores significa hacer tangible e inmediata una mejora en sus ingresos.
Si algo aprendimos en estos años es la mentira neoliberal de la teoría del derrame. El vaso nunca se llena.

Como dice el presidente Alberto Fernández, para salir de este laberinto tenemos que ser ingeniosos. Tenemos que pensar en otros términos.
Y, como hacen los europeos y norteamericanos, tenemos que poner al frente al Estado como el gran dinamizador. Ese es el comienzo.