La columna de los canillitas, por Carlos Vila (18/10/2020) Libertad de expresión mutilada

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Soy Carlos Vila, trabajador canillita, y mi columna de hoy se titula “Libertad de expresión mutilada”.
Los vendedores de diarios y revistas sabemos muy bien lo que es no sentirse dueños de nuestros propios destinos. Y de nuestras propias decisiones como colectivo de trabajadores.
Hemos sufrido desde siempre un profundo atropello de quienes someten con autoritarismo nuestros derechos laborales, económicos y sociales.
Los distribuidores de diarios y revistas, tanto de Capital Federal, el Gran Buenos Aires, como también en el interior del país, los llamados AGENTES, son quienes de forma caprichosa manejan nuestros ingresos como instrumento de dominio y disciplina. Clasifican a los trabajadores de nuestro sector con categorías que ellos mismo deciden: a unos los definen como los buenos, obedientes y cumplidores; y a otros los estigmatizan como los reclamadores. Palomas y halcones.
Nadie de nuestro lado puede tener razón. Lo que es ley es la palabra de los capangas, que desde una oficina y apoltronados desde un sillón dicen qué tiene que vender tal y cual canillita. La ley del más fuerte, donde el control de la producción está en manos de unos pocos, y esos pocos te manejan tu vida, tu sufrir y tu futuro.
Entonces, cada mañana, los canillas nos levantamos pidiendo a Dios que el dolor no nos sea indiferente, que lo injusto no nos sea indiferente, que el engaño no nos sea indiferente, que el futuro no nos sea indiferente, que estos tipos no nos desahucien y que el monstruo no nos pise la inocencia y las ganas de laburar.
Históricamente nuestra actividad vivió estas pesadillas de lunes a domingo. Los 365 días del año, desde siempre, te falta algo: un suplemento, o todos los suplementos de un diario; y hay que salir a buscarlos porque en algún lado están. A veces tirados en cualquier parte, cuando no rotos o mojados. Siempre faltará alguna revista en la carga, o faltará algo para descontar de la devolución. Siempre vendrá algo roto, o aplastado, que no se podrá vender por lo deteriorado. Siempre le diremos que “no tenemos” a algún cliente, y no le sabremos explicar por qué le vendimos una colección de 15 o 20 números y de repente no la recibimos más. Y entonces empezará nuestro peregrinaje en busca de esa colección entre los compañeros linderos, o alguno que no es tan lindero, todo para cumplir con ese cliente disconforme que nos reclama con razón, y que además nos dice que la colección la vio ofrecida en Mercado Libre, y como no la tiene el canilla… y ahí se te queman todos los argumentos.

¿Cómo le explicas a un tipo que esta actividad se llenó de chantas?
Que encargados de distribuidoras también tienen paradas de diarios y que los turros privilegian sus bolsillos. Y que les importa una mierda que todo se vaya al carajo.
Que este sistema que debería ser solidario, justo y bien distributivo, tenga hijos y entenados. Que esto se desmadró a un punto que cada cuál atiende su juego, pero que en este juego, como en todos los juegos, gana la banca. Y los que tienen la sartén por el mango son ellos, los que se hicieron millonarios con nuestro puto esfuerzo. Y que como siempre pasa en este dichoso país, los que verdaderamente laburamos y producimos riqueza no somos los beneficiados.

Esta semana pudimos descubrir, desde nuestro gremio, cómo una parada en la Av. Corrientes tenía concentradas cientos de revistas de suscripción, y recién cuando saltó la liebre, porque los muchachos de gremiales descubrieron la matufia, sólo recién después se apuraron a redistribuirlas entre los compañeros afectados.
¿Pero cuántos años hace que nos estaban ocultando estas trampas? ¿Cuántas paradas tienen que nos siguen ocultando estos nidos en los que concentran tanto las suscripciones como los coleccionables? ¿Cuánto debemos esperar para que esta actividad sea transparente en las colocaciones? ¿Cuánto para conocer los datos, las cantidades de publicaciones de carga de venta de devolución? ¿Cuánto debemos esperar para que nos dejen de apretar con los pagos que ellos no pagan? ¿Y cuánto para que termine la complicidad de algunas editoriales con la distribución?

El peronismo, en 1946, reconoció que se cometía una injusticia con los trabajadores canillitas, y la reparó otorgándole derechos a un colectivo de trabajadores que vivía marginalmente. Así buscó proteger la dignidad del hombre y su trabajo. Y no solamente visualizó el sector del vendedor, sino que también observó que debía ordenar el monopolio que se producía en la distribución, la cual se concentraba en una persona de nombre JULIO LOPEZ.
Para lo cual también Juan Perón tuvo respuestas, y también le otorgó derechos a los que trabajaban para ese monopolio. Y los organizó como trabajadores de la distribución, nucleándolos en una organización sindical. Rompiendo de esa forma el atropello y la desigualdad.
De esta forma ordenó un sistema de edición, distribución y venta, como un modelo de avanzada en el mundo entero. Consagrando una justa retribución para los integrantes de lo que fue una cadena profesional que no impidió la libre circulación de las ideas, y garantizó la pluralidad de opiniones.
Parece ser que algunos que forman parte de esta cadena se han olvidado de sus orígenes. Y de cómo lograron sus derechos. Y parece que quisieran volver el tiempo atrás y transformase en otro JULIO LOPEZ. Pero a ese Julio López en aquellos tiempos se lo conocía peyorativamente como LA MAZORCA.
No va a pasar. Como último eslabón de la prensa libre, plural y democrática, los canillitas NO QUEREMOS UNA LIBERTAD DE PRENSA MUTILADA. Y por eso lucharemos.