La columna de los canillitas, por Carlos Vila (20/09/2020) Todo está guardado en la memoria

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Estamos justo a un mes del 17 de octubre, una de las fechas más emotivas para los que somos peronistas.Y también es, y seguirá siendo, la fecha más sufrida para quienes definimos como gorilas.
Ese alumbrado día, un aluvión zoológico vestido con ropas de trabajo y mamelucos, invadió nuestra querida Plaza de Mayo. Iba en busca de algo que no conocía, que nunca había vivido en carne propia. Iba en busca de justicia social, y eligió para ello a un apenas conocido coronel del ejército.
Ese día, sin saberlo, sin darse cuenta, se hizo la más importante de las manifestaciones políticas. Ese día se incorporó la clase obrera a la vida política del país, y lo hizo con la aspiración de ser reconocida como un factor de poder.
Los que llevamos muy adentro aquellos acontecimientos vividos hace 75 años, sabemos que fueron esos hombres y mujeres los que le permitieron a un movimiento político crear la fuerza suficiente para obtener los derechos más importantes que los trabajadores hayan tenido jamás.
Ellos demostraron que el movimiento obrero unido, con un objetivo común, puede cambiar las relaciones de fuerza que le permitan a un gobierno hacer las transformaciones necesarias para el bienestar del pueblo en general. Y desempoderar al poder real, y al faccioso y sedicioso neoliberalismo.

La contracara es que esta semana se cumplieron 65 años del luctuoso golpe del 55. La fusiladora. Golpe que sirvió a la derecha argentina no solo para romper un proceso democrático, sino también para implantar el antiperonismo.
Ese antiperonismo del odio. El que mató a los compañeros. El que nos persiguió, nos proscribió. El que profanó las tumbas de Eva y Perón. El que cavó la grieta.
Ese 16 de septiembre del 55 ellos voltearon un gobierno. Pero no calcularon que hicieron nacer la resistencia. Esa resistencia que hasta hoy tiene vida en cada marcha, en cada lucha sindical, en cada movimiento social, en cada plaza. Esa resistencia nunca terminará, aunque ellos tengan los fierros mediáticos. Esa resistencia es nuestro ADN, está por sobre nuestros problemas, nuestros errores y nuestros traidores.
Siempre estará en los trabajadores la llama viva de ese 17 de octubre. Y eso les duele y no los deja dormir en paz.

En 1983 terminó la última dictadura. Llevamos 37 años sin golpes. Al menos sin golpes fructuosos. Tuvimos asonadas, como la de Semana Santa del 87 con los carapintadas de Aldo Rico, o la del 90 de Seineldín. Ambos fracasaron.
Sin embargo, sí tuvimos quiebres institucionales.
En junio de 1989, seis meses antes de lo previsto, Alfonsín le entregó el mando a Menem – Duhalde. Fue la primera ruptura institucional de este período.
Alfonsín soportó distintos ataques. Inició el Juicio a las Juntas y le contestaron con el levantamiento de Semana Santa. La oligarquía rural le preparó una emboscada en la Sociedad Rural. Heredó de la dictadura una economía liberal estancada, y con una deuda externa brutal que entró en default en 1988. Hubo hiperinflación. Y, como en los tiempos modernos, tuvo que hacer frente a un ataque sistemático de los diarios más importantes.
Para el poder real de la Argentina el de Alfonsín fue un gobierno con el que no se sintieron cómodos. Había que sacarlo.

En 1994 se produce la segunda ruptura institucional: el Pacto de Olivos.
Llegando a su final de mandato, y cebado de poder, Menem presiona a la oposición para reformar la Constitución y que eso le permitiera la reelección. Alfonsín cede y se llamó a una Convención Constituyente para la reforma, lo que le permitió presentarse a un nuevo mandato, ya no de seis años sino de cuatro.
El riojano contaba con el apoyo del poder real de la Argentina. Para ellos fue un gobierno con el que sí se sintieron muy cómodos. Por eso lo acompañaron en la nueva aventura.
Les sobraban razones para hacerlo. Menem implementó políticas económicas neoliberales. Se alineó a Estados Unidos, logró reducir la inflación, creció el producto bruto interno, congeló el tipo de cambio y 1 peso equivalía a 1 dólar. Y privatizó y les regaló una cantidad enorme y estratégica de empresas del Estado.
Contaba con el acompañamiento incondicional del poder judicial, en el que cinco de los nueve miembros de la Corte Suprema funcionaban como «mayoría automática» para el gobierno.

La tercera crisis y ruptura institucional es el final anticipado del gobierno de la Alianza presidida por De la Rúa y Chacho Álvarez en el 2001.
La crisis financiera internacional, la herencia de Menem y la clara incapacidad de De la Rúa, provocaron esta tercera ruptura. Lo que siguió ya lo conocemos.

En el 2003 llegó Néstor y cambió la película. No casualmente ni en su gobierno ni en los dos siguientes de Cristina hubo una crisis institucional que llegara a generar una nueva ruptura. Tampoco con el posterior de Mauricio Macri.
Sin embargo, y a pesar de no haber quebrado ningún gobierno, sí le arrebataron al kirchnerismo la posibilidad de acceder a la presidencia y a la gobernación de la provincia de Buenos Aires con otros candidatos. Y pusieron al fiasco de Macri.
Durante el último gobierno de Cristina el principal partido de la oposición, con un sector de la justicia y de los medios, instalaron una campaña a base de mentiras y con la novedosa y poderosa herramienta del Big Data. Profesionalizaron la comunicación, y eliminaron todas las barreras éticas. Carrió desfiló por todos los canales asegurando que La Morsa era Aníbal Fernández. Ganaron ellos.
Durante los gobiernos de Néstor y Cristina, en términos económicos, al poder real no le fue mal. Pero una porción importante de ese sector tenía la fantasía de que se iban a sentir mucho más cómodos con Mauricio Macri. Por eso apoyaron esas movidas claramente destituyentes.
Y lo mismo están haciendo ahora.
Tal vez es hora de que revivamos en carne propia nuestro eterno homenaje a esos hombres y mujeres que llenaron la Plaza como un aluvión zoológico, vestidos con ropas de trabajo y mamelucos.
Nosotros tenemos la ventaja de que ya sabemos qué es la justicia social.
Y ya elegimos al hombre y a la mujer para que nos lleven a ese destino.