La columna de los canillitas, por Carlos Vila (06/09/2020) El canillita no tiene quién le escriba

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En el año 1961 el genial Gabriel García Márquez publicó su novela “El coronel no tiene quien le escriba”. Allí cuenta la historia de un coronel que espera, desde hace quince años, la asignación de su pensión por los servicios prestados a la patria.

La situación del mundo, y de la Argentina en particular, es grave e incierta. El daño provocado por la pandemia no sólo escala brutalmente en la cantidad de contagios y muertes, sino también en la destrucción de la producción y el consumo, y consecuentemente en el tejido social.
En nuestro país la pandemia se parece a la última maldición del señor de las reposeras, ya que se presentó en un continuado temporal después de los cuatro años de destrucción de la economía.
Crece exponencialmente la cantidad de familias rotas por la muerte temprana de un ser querido, por la caída de los ingresos económicos, por la pérdida de un trabajo, por la imposibilidad de seguir pagando un alquiler, o por la degradación de terminar en la calle envueltos en frazadas.

El 27 de octubre pasado los argentinos decidimos que el 10 de diciembre empezaría una nueva película. Y no nos equivocamos. Hoy tenemos ambulancias. Ambulancias sanitarias, económicas, sociales, culturales… Ambulancias que recorren todos los barrios. No sin problemas, y no sin poder todavía dar respuestas a muchos y muchas que la están pasando mal.
El Presidente anunció que tiene a mano el botón rojo. Y cuando podemos acceder a quienes están en cargos con responsabilidades en la línea de fuego la respuesta es que el límite ya llegó. Estamos a un paso del precipicio. Y mientras tanto hay que bancar el ataque furibundo del sector más poderoso de la oposición que pide más apertura y organiza y convoca marchas desde todos los micrófonos.
Parece increíble que los diputados y senadores que se niegan a funcionar de un modo remoto son los mismos que hace media hora aprobaron la ley del teletrabajo para que ninguna empresa se quede sin producir.

Mientras tanto siguen muriendo la neonatóloga y el enfermero del Rivadavia, los enfermeros del Posadas, del Italiano, del Durand, del Hospital Evita de Lanús, del Hospital de San Martín, el Jefe de Enfermería del Hospital de Lanús, el Jefe de Terapia Intensiva del Hospital de Resistencia – Chaco…

Lamentablemente muchos de los grandes medios de comunicación no están a la altura de la circunstancia. En este momento de crisis donde lo que está en juego es nada menos que la vida, hay actores que tergiversan la realidad con el único fin de llevar agua para su molino. Confiados en que su condición de clase los inmuniza contra el virus.
Algunos medios son un vergel de malas noticias. Esta semana Alberto Fernández sacó a pasear a dos periodistas que durante meses vinieron horadando con distintas fake news.
Primero les dio cátedra y desbarató la idea de que Cristina impulsó una reforma judicial para beneficio o protección propia. Los dejó en off side. Minutos más tarde los periodistas insistieron con la idea falsa de que el gobierno estaría impulsando una propuesta para aumentar el impuesto a las ganancias. Otra vez el Presidente los desmintió y desacreditó al aire. A los pocos segundos les mostró que al estar ellos en contra de la incorporación de las telecomunicaciones como servicios públicos están a militando a favor de los monopolios. No levantaron ni la vista. Pero increíblemente, esos mismos agitadores de la tribuna, le pidieron al Presidente que cierre la grieta.

Mientras tanto la ambulancia sigue caminando. El gobierno sale a asistir a las provincias. Guzman sigue anunciando acuerdos de canjes de deudas. El Procrear lanza nuevas líneas de crédito. El Senado le da el Ok al proyecto de las telecomunicaciones como servicio esencial y eso significa un avance para que muchos sectores tengan acceso a estar informados y conectados.
Los diarios, que nosotros cada vez vendemos menos en los quioscos, están apuntando agresivamente a una política de suscripciones digitales. Buscan trasladar progresivamente al lector del papel a sus plataformas digitales.
La pauta oficial que reciben es sustancialmente menor a la que recibían hasta fines del 2019. Aquella pauta les permitía a Clarín y Nación regalar muchos diarios (que pagábamos todos) a cambio de ser los voceros ideológicos del modelo económico que se quería implantar.
La pandemia terminó de destrozar el bolsillo de los trabajadores. Incluso los bolsillos de esa clase media que se favorecía con las suscripciones y las tarjetas 365 y Club La Nación, que ofrecían descuentos en espectáculos y restaurantes. Esas salidas hoy están resentidas, y por consiguiente el uso de las tarjetas pierde sentido, y eso se traduce en caídas en las suscripciones.
Del mismo modo, el principal ingreso de los diarios, la publicidad, al haber caído abruptamente el consumo esto lleva a la inevitable caída del ingreso por publicidad. A lo cual los editores responden con un aumento del precio del diario. Lo cual resiente fuertemente la venta, y empuja al escaso público a las suscripciones digitales. Todos los caminos conducen a lo digital.

Lo que queda claro es que hasta ahora la única ambulancia que no pasa es la que tiene que levantar a los canillitas.
Los canillitas necesitamos urgente ser partícipes, sin intermediarios, de un pedazo de la pauta oficial que el Estado destina para que toda la ciudadanía pueda acceder al derecho constitucional de estar informado. Necesitamos que el acceso a la información y nuestro derecho al trabajo sean reales.
Nuestra experiencia, y la experiencia mundial, nos enseña que cuando los canillitas desarrollamos estrategias de las que estamos convencidos la cosa funciona. Nuestro contacto directo con el cliente tiene un valor agregado. Implementamos el contacto por wasap con el cliente y eso nos permite venderle más. Porque lo conocemos, porque sabemos qué le gusta, qué le interesa.
Si nuestros clientes se pasan al digital, lo que necesitamos los canillitas es poder seguir ofreciéndoles, por wasap y mediante nuestro contacto directo, otros productos y servicios. Sabemos que podemos hacerlo. Pero necesitamos estar que nuestros quioscos sean verdaderas unidades polifuncionales. Mientras tanto estamos como el Coronel. Esperando quien escriba el reaseguro de nuestro trabajo.